Diario Zombi

- El nuevo diario zombi -

lunes, 22 de abril de 2013

Capítulo 46 - Mostrando nuestras cartas (Miguel)

Día 182 (mañana): Dicen que la curiosidad mató al gato, y es que en ocasiones nuestra naturaleza es como la del felino, las personas necesitamos saber, estar informadas, por mucho que digamos que como mejor se vive es en la ignorancia, luego resulta que no queremos vivir en la misma y preferimos ser infelices, y eso es lo que me pasó esa mañana. Necesitaba saber, por lo visto no me bastaba con tener un refugio en el que tenía seguridad, compañía y comida para mí y para Gara, tenía que saber qué estaba pasando y cuáles eran sus intenciones.

El Coronel Griffith me atendió por la mañana y mantuvimos una conversación, digamos que interesante;
CF: - Buenos días Miguel, en qué puedo ayudarte. -
Yo: - Buenos días coronel, quería comentarle algo que me ronda por la cabeza. -
CF: Sonriendo. - Tú dirás. -
Yo: - Mire coronel, estoy muy agradecido con todas sus atenciones, que a mi compañera y a mí nos salvasen la vida y nos dieran un techo, pero necesito saber cómo llegaron ustedes aquí. -

El Coronel Griffith se me quedó mirando unos instantes y me contestó.

CF: - Estando en EE.UU una serie de fábricas explosionaron y... -
Yo: - Disculpe coronel, esa historia ya me la conozco, quiero saber por qué se produjeron los atentados. -
CF: - Eran grupos rebeldes de islamistas, que consideran a EE.UU su principal enemigo y después al resto de occidente. -
Yo: - ¿Pero qué paso para que atacasen en concreto esas fábricas? -
CF: - No puedo contestarle a esa pregunta. -

Yo me estaba empezando a cabrear.

Yo: - Tengo derecho a saber qué coño está pasando, he perdido a mis seres queridos y casi pierdo la vida. -

En ese momento la cara del coronel se puso seria y ordenó a un soldado que cerrase la puerta.

CF: - Miguel, vamos a hablar claro, conocemos tu historia y conocemos lo del blog, aún no sabemos si eres un espía o simplemente alguien que ha husmeado más de la cuenta. -

Mi corazón casi dio un vuelco.

Yo: - No sé de qué... -
CF: - Si quieres que hablemos claro no me trates como a un imbécil. Te voy a decir por qué estás aquí dejando que te aproveches de nuestros recursos. Buscamos a una persona y necesitamos que nos ayudes, además necesitamos personal cualificado, así como mano de obra. La sociedad tarde o temprano resurgirá de sus cenizas y necesitaremos que en el mundo haya gente útil. Este virus ha sido una bendición, ha purgado el mundo de mala gente y de inútiles que no aportaban nada a la sociedad. - 
Yo: - ¿Entonces lo que yo puse en el blog era cierto, que el ejército estaba interesado en la investigación de Reawakening Corporation? -
CF: - Todo esto estaba planeado desde el principio, sólo unos pocos estábamos al corriente del verdadero plan, pensábamos dar un golpe de estado y derrocar al gobierno de EE.UU pero eso nos hubiese creado un fuerte conflicto con Europa y con resto del mundo, y aunque una parte fuerte del ejército estábamos a favor de acabar con el gobierno y tomar el control para acabar con una crisis que estaba desolando el país, no todo el ejército estaba de acuerdo, si hubiésemos entrado en guerra con nosotros mismos, hubiésemos tenido muchas bajas y otros países, sobre todo islamistas, nos hubiesen invadido y hubiese sido el fin, así que engañamos al gobierno contando con Reawakening Corporation para dar apoyo a que se liberase esa "gripe" y después provocar a los islamistas para que atacasen nuestras fábricas. Por supuesto eso fue un señuelo, el virus no se liberó con las explosiones, nosotros lo empezamos a liberar mucho antes, pero si algún metomentodo como tú investigase, necesitábamos que webs como Wikileaks creyesen que todo eso era un plan del gobierno y de las multinacionales a quienes se les había ido de las manos por su propia ambición.
Yo: - ¿Pero por qué hacer creer a la gente que fue una situación que se escapó de la manos? ¿Por qué no habéis dado la cara diciendo claramente lo que habéis hecho? Total, nadie os puede hacer frente.
CG: - Por un lado por precaución, no sabemos qué fuerzas pueden quedar activas en el mundo, y si ellos no ponen cara a un enemigo, sencillamente ellos no se dedicarán a buscarnos y se limitarán a intentar sobrevivir limpiando el mundo de zombis. Por otro lado los soldados no lo saben, muchos hubiesen estado en contra, de esta manera se creen que luchan contra un enemigo real. Y por otro lado, no nos interesa que la sociedad que resurja de sus cenizas sepa que quienes en ese momento les gobierne, o sea nosotros, fueron los mismos que acabaron con sus familiares y amigos.
Yo: - ¿Y el oficicial que me salvó la vida? -
CG:  - No te buscaba a ti, buscaba a la persona que nos había robado una información imprescindible de una de las fábricas, y creo que sabes de quién hablo. -

Tenía que ser Alberto.

CG: - Reawakening Corporation tenía información repartida por algunas fábricas y aunque fuesen atacadas, la información estaba a buen recaudo. Sé que te preguntarás por qué esa información no estaba cifrada en servidores, sencillamente porque los datos físicos podían sobrevivir a una nueva era, a diferencia de muchos servidores mundiales que fueron destruidos o que por falta de mantenimiento, dejaron de funcionar.

Yo en ese momento estaba temblando, esa agradable persona que había conocido y me había dado un lugar donde vivir, era un cómplice activo del mayor ataque a la población mundial de la historia. Todo se resumía a un grupo de nazis que sin hacer distinción de razas, pensaba que sobraba demasiada gente en el mundo y que para que éste fuera un lugar mejor, lo que debían hacer era aniquilar a casi toda la población mundial. Era un plan tan retorcido y malvado, que en ese momento me arrepentía de aquellos días en los que me gustaba pensar en que sobraba casi toda la población mundial y en que si por mí fuera, desaparecería todo el mundo.
No conseguía aceptar la realidad que ahora mismo escuchaba atónito. Tan ensimismado estaba, que no me di cuenta que en ese momento me estaba apuntando con un arma.

CG: - Y dime Miguel, ¿de qué lado estás? ¿Nos ayudarás a encontrar al soldado Alberto Luengo y a crear una nueva sociedad?

Justo en ese momento entró un soldado corriendo.

Soldado: - Señor disculpe que me presente así, pero tenemos un problema. -

Se me vuelve a acabar la batería, en cuanto pueda sigo contando.

domingo, 21 de abril de 2013

Capítulo 45 - El soldado Vasquez (Miguel)

Día 180 (Tarde): Tengo que reconocer que hasta hoy tenía una visión muy diferente del ejército, pensaba que era un régimen totalitarista donde la opinión de los soldados no contaba y donde ellos acataban órdenes sin cuestionar si era lo correcto o no, actuando como máquinas programadas, pero me equivocaba. En este grupo, batallón o como se les llame, se respiraba cierto ambiente familiar, donde soldados y oficiales reían bromas e intercambiaban conversaciones indiferentemente del rango, siempre con mucho respeto, eso sí, pero con cercanía. Entre los soldados había un latino, un soldado colombiano que atendía al nombre de José Vasquez, de mediana estatura, delgado, de tez morena, de unos 30 años, de carácter divertido y guasón, y con quien Gara y yo entablamos buena amistad. Al fin y al cabo yo hablaba inglés a lo indio y a la mayoría de soldados y oficiales les pasaba lo propio con el español, así que José y yo nos entendimos a la perfección.

Le pregunté que por qué decidió ingresar al ejército, y éste me contó que cuando tan sólo tenía 12 años, sus padres decidieron probar suerte en Florida, escapar de una pobreza que en aquel momento desolaba una buena parte de Colombia y volver a empezar. José pensaba que si EE.UU les había dado una nueva oportunidad en la vida, él debía devolverle el favor a los gringos defendiendo su país. Así, sin más, me parecía una buena razón y no quise profundizar más, así que le pedí que me contase cómo habían acabado ellos aquí.

José me contó que el día que estallaron las fábricas en EE.UU (fue una operación sincronizada a nivel mundial) un caos sembró el pánico entre la población civil y el ejército fue llamado para poner orden. Él se encontraba en Washington en ese momento y cuando salieron a la calle para ayudar a la gente, junto con policías, bomberos, médicos y enfermeros entre otros, se vieron atacados por cientos de individuos, que en ese momento no sabían que estaban infectados y la cosa se puso muy fea. Por lo visto el teniente les ordenó disparar contra toda aquella gente que no respondiera a razones y les atacase. Cuando todo acabó, las bajas de civiles se contaban por cientos, llamaron a su escuadrón a formar filas y les informaron que el caos era mundial y que el ejército de los EE.UU tenía que viajar por todo el mundo para luchar contra este nuevo mal. Nadie sabía lo que estaba pasando y apenas tuvieron tiempo de despedirse de sus seres queridos (los que los localizaron claro, como José) y al poco tiempo ya estaban desperdigados por todo el mundo. 

Yo no le quise revelar la información que tenía, pero algo me dice que como siempre y pese a ese ambiente fraternal, los de abajo no saben nada y me temo que los de arriba si saben algo, lo guardan con mucho recelo.

Estos días atrás he visto a más de un soldado nervioso, llevan mucho tiempo fuera de casa sin saber de sus seres queridos y mucho me temo que sienten que aquí no pintan nada y eso puede ser peligroso. Tengo que hablar con el Coronel Griffith.

domingo, 29 de julio de 2012

Capítulo 44 - El Coronel Griffith (Miguel)

Día 168 - Noche: El Coronel Griffith no tenía el rostro apacible del Dr. Gordon, más bien todo lo contrario, era un tipo de unos 45 años, alto, fuerte, robusto, de tez morena con rasgos faciales muy marcados y una pequeña cicatriz en la ceja, de la cual no quería conocer su historia.

Se presentó ante mí mirándome de manera muy penetrante y desconfiada. Supongo que yo para él era un intruso en su casa.

Coronel Griffith: - Soy el Coronel Griffith y mi misión con esta visita es determinar si es usted una amenaza para este cuerpo... -
Yo: - Yo...-  
CG: - ¿Tiene usted formación militar? -
Yo: - Soy informático... -
CG: - Conteste sí o no. -

Me dijo de manera ruda.

Yo: -No.-
CG: - ¿Qué hacía usted en la ciudad? -
Yo: - Dirigirme al punto seguro que..." -
CG: - ¿Al punto seguro?, ¿varios meses después de que callera la ciudad usted pretendía alcanzar el punto seguro? -
Yo: - Me sentía solo y desesperado. Me quise aferrar a la idea de que podría encontrame con amigos y familiares. -

En ese momento relajó la mirada.

CG: - Entiendo, pero lo que usted pretendía era un suicidio. Quiero que me cuente todo, desde el principio. -

La verdad es que apenas había echado la vista atrás y cuando empecé a narrarle mi historia, las lágrimas empezaron a brotar de mis ojos, llevaba tanto sufrimiento acumulado y a la vez me había endurecido tanto el carácter, que no me había permitido derramar apenas lágrimas hasta ese momento. De alguna manera yo me compadecía de mí mismo. Gara, que había pasado la noche a mi lado, me miraba como si me comprendiese, ¡a saber cuál era su triste historia!

Aunque necesitaba sincerarme con alguien, quise guardar en secreto este blog, pensé que si se lo contaba, podría mandar soldados a eliminar el servidor y cualquier prueba de mi existencia. Llegados este punto, me considero un tanto paranoico.

Una vez me repuse le quise preguntar algo.

Yo: - Coronel (aún sollozando), ¿sabe usted por qué ha sucedido esto? -

Se quedó pensativo unos instantes.

CG: - Lo siento Miguel, ahora no puedo facilitarle esa información, de todas maneras no se preocupe, ya estamos trabajando en una solución y al menos siéntese aquí bienvenido y a salvo.-

Le di las gracias y me quedé pensativo un rato mientras acariciaba la cabeza de Gara. Están buscando una solución, dijo...

viernes, 6 de enero de 2012

Capítulo 43 - El Dr. Gordon (Miguel)

Día 167 - Noche: - ¡A salvo! Me vuelvo a sentir a salvo. Tengo que reconocer que esta gente es muy servicial, que me hayan dado un portátil cargado de pelis, series, libros e... ¡internet! es increíble. Pero antes de seguir os voy a explicar un poco cómo he llegado hasta aquí.

Todo comenzó cuando el piloto y Sargento Smith por orden del Coronel Griffith, abandonó la base militar de Los Monegros para inspeccionar Zaragoza en busca de posibles supervivientes. Sus órdenes no eran bajar y rescatar a nadie, sus órdenes eran localizar grupos de supervivientes y con el Apache abrirles camino a misilazos hasta algún refugio en el que posteriormente el ejército pudiera desplegar más medios y proceder al rescate. Para hacer inspecciones rápidas, el Apache era un vehículo perfecto, rápido, armado y con un consumo contenido del escaso carburante. 

Cuando el Sargento Smith sobrevolaba la zona, para su sorpresa (y buena vista), vio un grupo de zombis especialmente alterado y fue cuando dio conmigo y a su suerte y ventura decidió rescatarme. 

Sé que más de uno se preguntará qué hacen los americanos en Zaragoza. La verdad es que Zaragoza siempre ha tenido un especial vículo con los Estados Unidos pues ésta ha servido de base estratégica militar a América desde los tiempos del franquismo, y si bien oficialmente se retiraron de nuestras bases hace años, por lo visto el gobierno les cedió unos cientos de hectarias para construir una base subterranea en el desierto de Los Monegros.

Cuando llegué a las instalaciones fui recibido con mucha espectación, aunque de manera educada pero tajante, Gara y yo fuimos invitados a una sala clínica donde me hicieron pruebas médicas. Del equipo médico que me hizo las pruebas, había un jefe, el Dr. Gordon. Era un sesentón apacible que hablaba bastante bien el castellano y me hizo unas cuantas preguntas:

Dr. Gordon: - ¿Ha estado expuesto a esos seres? -
Yo: - Me temo que sí, pero... - Me interrumpió de manera brusca.
Dr. Gordon: - ¿Le han llegado a morder? -
Yo: - No no, para nada. Creo que resulta evidente que no estoy infectado. -
Dr. Gordon: - El virus no afecta igual a todo el mundo, hay a quien le tarda más en hacer efecto y a otros les es inmediato. -
Yo: - Una pregunta doctor, ¿afecta también a los animales? -
Dr. Gordon: - Sí, pero se manifiesta de manera inmediata tras la mordida, por eso no le he hecho pruebas a su Schnauzer... -
Yo: (Con suma alegría) - ¿Conoce la raza? -
Dr. Gordon: (Sonriendo) - Sí, hace muchos años tuve uno muy parecido, la verdad es que cuando el Sargento Smith nos dijo que había salvado a una persona y a su perro, nos pusimos todos muy contentos, hacía mucho tiempo que no teníamos una mascota correteando por aquí. Al igual que hace mucho tiempo que no encontrábamos a nadie con vida... -

Al rato acabó de hacerme pruebas y me confirmó que estaba sano. Me dijo que guardara reposo, pues entendía que tenía que estar muy estresado, que me traerían algo de comer y algo de distracción y que mañana iba a conocer al Coronel Griffith.




miércoles, 24 de agosto de 2011

Capítulo 42 - El Apache (Miguel)

Día 165 (tarde): Nunca le había tenido miedo a la muerte hasta ahora. Siempre la había concebido como una liberación de la vida, pero yo no quería morir en ese momento y menos de esa manera. 50 metros. Podía observar como por el espejo retrovisor, más de una docena de zombis de fase 2 corrían hacia mí mientras cientos de los de fase 1 se agolpaban avanzando a paso lento aún a esos 300 metros. Ya casi podía ver sus ojos llenos de ira posarse en mí. No tenía armas con las que defenderme y el miedo me tenía agarrotado. 

Posiblemente de no estar aturdido por el golpe y si el miedo no me hubiese bloqueado, podría haber salido de esa situación... pero no era el caso. 25 metros. Mi vida pasaba ante mis llorosos ojos, de manera casi instintiva, pese al agarrotamiento, trataba de encender un coche que ya estaba como esos seres, muerto. De repente, una fuerte explosión desplazó mi coche unos centímetros. Pensé que había estallado el motor ante mis sucesivos intentos por arrancarlo hasta que nuevamente miré por el espejo retrovisor y vi como esos zombis que se aproximaban rápidamente a mi Seat León, ardían en llamas. No entendía nada.

Un ruido ensordecedor de helicóptero irrumpió en el ambiente y como si de una aparición divina se tratase, un enorme helicóptero de combate se posó frente a mí, sobre el zombi que instantes antes había arrollado. Salí de mi ensimismamiento, abracé a Gara que aún estaba atontada por el golpe, aparté el airbag y salí corriendo de mi coche como un loco para dirigirme hacia el helicóptero. Pude identificarlo como un Apache (es lo que tiene jugar a videojuegos) que lucía una majestuosa bandera de los Estados Unidos en el portón... No tenía sentido, pensé. 

Dentro tan solo estaba el piloto, un tipo grande de raza negra que abrió el portón desde dentro y que gesticulaba con prisa para que me subiera. Jamás pensé lo pequeños que son estos cacharros por dentro y la de controles que tienen. Tuve mucha suerte de que sólo fuera el piloto, aquí no más hay espacio para dos personas, y bueno, por suerte para Gara, ella es una perra de tamaño mediado y cabía perfectamente sobre mis piernas. Una vez dentro, el piloto me preguntó, en un marcado acento yanki que si estaba bien, - Are you OK? - dijo con su profunda voz, yo que aún no sabía lo que estaba pasando me limité a asentir.

Como decía antes, a veces la vida recompensa a quien no se lo merece y el karma no existe... Tampoco es cierto del todo, si en su momento me hubiese tomado en serio aprender inglés, el karma me hubiese recompensado manteniendo una reconfortante conversación con el primer ser humano que me había encontrado en meses, y formularle decenas de preguntas que asaltaban mi cabeza en ese momento en vez de asentir como un bobo.

Zaragoza desde las alturas es increíble, pero más increíble fue descubrir una plaza del Pilar plagada de zombis, devotos en vida, supongo. Qué ironía que su Dios les haya permitido acabar así.

Me hubiese gustado darle las gracias al piloto, a mi salvador, y preguntarle hacia dónde nos dirigíamos, pero había mucho ruido dentro de ese helicóptero, no encontraba los cascos y tampoco atinaba con la construcción gramatical...

Parece que tengo visita. En cuanto pueda sigo.

Capítulo 41 - Gran Casa (Miguel)

Día 164 (madrugada): Lo reconozco, el comer todo el día alimentos deshidratados, viajar sin saber dónde ir y el profundo sentimiento de miedo y soledad, pese a Gara, me hicieron cometer una de las mayores estupideces de mi vida. Es curioso, nos han hecho creer que cuando haces las cosas bien, el karma se porta y te recompensa (como en la serie televisiva "Me llamo Earl") y cuando las haces mal, te castiga... ¡Y una mierda! Antes de que sucediera todo esto, yo no era precisamente un príncipe azul con las mujeres, y pese a todo, el karma me recompensó con Sofía, una chica guapa, lista y con esa pose que sólo la gente con elegancia natural tiene, los hijos de puta que llevaron el país a la crisis (políticos, banqueros, pícaros, etc.) nunca pagaron por ello (bueno, igual ahora son zombis) y por el contrario, me esforcé en los estudios, cursando mi carrera, másteres, cursos, etc. y sólo conseguí mierdas de trabajos y estar en el paro, hasta que al final decidí hacerme autónomo (con todas sus dificultades) y montármelo por mi cuenta, a mi buena ventura y suerte, y más en un país donde no se apoya a las pequeñas empresas. En fin, pues nuevamente lo corroboro, eso del karma es un invento para controlar a las masas... como la religión. A veces cuando haces las cosas mal, el destino también te recompensa.

Como decía antes, la sensación de soledad, terror y la porquería de comida (y me burlaba del McDonalds), me hicieron llegar a un punto en el que esperaba tener una vida corta y poco dolorosa, porque si ésto es lo que tenía que vivir, prefiería morir, así que con ese pensamiento decidí dirigirme a Zaragoza, concretamente al punto seguro. Con un cuarto de depósito en el coche, pues úlimamente en las gasolineras apenas quedaban litros en los surtidures (¿quién coño se la lleva? ¡Si sólo hay muertos vivientes!) y con mi compañera Gara haciendo de copiloto (me encanta ver sus barbas de Schnauzer flotando en el aire), me dirigí a las instalaciones de la Expo (punto seguro). Zaragoza es una ciudad que con los años ha cambiado mucho, sé que más de uno pensará que como todas, pero no, Zaragoza en concreto ha pasado de ser una plaza de España con cuatro calles y una iglesia, a ser un gigante que la sitúa en la quinta ciudad más grande del país, con sus ventajas e inconvenientes. Sus ventajas son los accesos, como los cinturones que hicieron hace ya unos 15 años (con una tala indiscriminada de árboles en los "Pinares de Venecia", he de añadir) y sus inconvenientes, a más tamaño, más zombis. Por suerte, para llegar a las instalaciones de la Expo desde la carretera de Huesca, se accede por calles muy anchas y sin tener que recorrer grandes distancias (en coche claro).
Cuando estaba apunto de llegar a Zaragoza, un escalofrío recorrió mi cuerpo, pensaba; - Joder, me fui de aquí por algo, ¿por qué vuelvo?... por no hablar de ese puto zombi de fase 2 que me persiguió por dentro del garaje y con el que aún tengo pesadillas - Tan concentrado estaba en mis pensamientos que no me di cuenta de que apenas eran las 19.00 h y ya estaba llegando a Zaragoza, a lo lejos se veía la Basílica del Pilar (nuestro orgullo maño) envuelta en una tétrica neblizna, seguramente producida por la evaporación del río Ebro debido a las altísimas temperaturas que registra Zaragoza en agosto. En fin, el panorama era desolador, no sé por qué, pensé en ir a ponerle velas a la virgen para que me protegiese, yo no creo que en estas cosas, pero llegados a este punto... además, seguramente la pobre *Pilarica estaría custodiada por un sacerdote zombi deseoso de darme la comunión a su manera.

Cuando atravesando la carretera llegué al barrio Actur, detuve el coche para analizar un poco la situación. Miré en todas las direcciones y no vi nada, pero decidí ir con cautela, si me apareciese una de esas cosas y perdiera mi coche, me sería imposible escapar en esas gigantes y desoladas calles, en las que es casi imposible darle esquinazo a un voraz depredador. El problema añadido era que el Actur es un barrio muy grande y por tanto con muchos zombis en potencia. Tenía dos posibles caminos para llegar al punto seguro, por la avenida Ranillas en la rivera del Ebro o por la avenida María Zambrano, con la calle Ruiz Picaso pasando por los centros comerciales Gran Casa y Carrefour. Aún no sé cómo coño me salió el lado friki y decidí pasar cerca de los centros comerciales, me imagino que algo en mi interior quería ver si era como en la peli "El amanecer de los muertos" o como en el videojuego "Dead Rising", porque de los dos caminos, el más correcto era el de la rivera, pero en fin, tenía que verlo, tenía que ver un puto centro comercial plagado de zombis.

A veces creo que no pienso las cosas... cuando estaba con el coche encarado hacia el centro comercial Gran Casa, me pareció oír a lo lejos un murmullo, pero pese a todo, acallé a mi adormecido instinto de supervivencia y seguí mi camino. Lo que a continuación vi me hizo caer de nuevo en la realidad. Cientos, ¡qué coño! miles de zombis entraban y salían por las puertas (rotas) del centro comercial Gran Casa (lo de "Gran" sin duda era por algo), ¡joder! puto consumismo, los zombis guardaban recuerdos de su actividad consumista y se agolpaban a miles en el centro comercial. Según observaba embobado el dantesco panorama, como si la cosa no fuera conmigo, iba dejando Gran Casa a la izquierda, hasta que un fuerte ladrido de Gara me quitó el embobamiento y me hizo dar un fuerte frenazo. En mis putas narices estaba plantado un zombi, lamentablemente no me dio tiempo a frenar, haciendo que el coche lo lanzase varios metros por delante nuestro y que la pobre Gara se estampase contra el incipiente airbag que cegaba mi horrible situación. 

Esos miles de zombis consumistas se daban la alerta los unos a los otros y se dirigían a mi encuentro... ¡Algunos venían corriendo! Ni en la peor de mis pesadillas podría haber imaginado nada igual. Los debía tener a unos 300 metros. El León ya no arrancaba, mi fiel compañero de viaje jadeaba como un anciano al girar la llave. 200 metros y el zombi que había atropellado se estaba reincorporando. Gara estaba atontada por el golpe. Por vez primera, supe lo que era el verdadero terror, por mí mente pasaban esas escenas de películas protagonizadas por Bruce Willis, Swarzeneger o Mel Gibson, en las que sabían en todo momento cómo actuar en las peores situaciones sin mostrar pánico en su rostro... ¡Y una mierda estarían así en una situación como ésta! El pánico te bloquea e incluso te hace huír dejando atrás a tus seres queridos, el instinto de supervivencia es a veces muy cobarde, pero eso es ser humano. Mi instinto como decía antes, debía estar dormido porque mi cuerpo estaba bloqueado por el terror. 100 metros, ¡Dios mío! No sabía qué hacer... 

De pensarlo se me ponen los pelos de punta, es tarde y necesito descansar, en cuanto pueda sigo contando mi dantesca historia.

*Una forma cariñosa de llamar a la virgen del Pilar en Zaragoza.

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